La doble moral de periodistas y políticos
En el primer mandato de Álvaro Uribe Vélez se inició un proceso de paz con los mal llamados “paramilitares” quienes se autodenominaban “Auto Defensas Unidas de Colombia” (AUC). Pensando en la desmovilización y entrega de armas, el Gobierno tramitó ante el Congreso un nueva ley que se llamó de “Ley de Justicia y Paz”, que iba dirigida a facilitar la desmovilización de todos los grupos armados al margen de la ley. La arremetida contra dicha ley fue formidable, pero eso hace parte del juego de la política.
El alcance de la ley cubría a todos los grupos armados al margen de la ley. Serían beneficiarios las AUC, las FARC y el ELN, era un llamado a la paz con todos ellos. A pesar de todas las críticas, esta ley tuvo un gran éxito, se acogieron las aproximadamente 32.000 miembros de las AUC, 15.000 miembros de las FARC y 2.500 del ELN. Sin embargo, solo las AUC se sometieron como grupo pues se entregaron los cabecillas con toda su “tropa”. En el caso de las FARC y del ELN se entregaron guerrilleros rasos y mandos medios, sin el consentimiento de la comandancia de estos grupos, hoy sabemos porque.
Precisamente hoy sabemos que los jefes de las FARC y del ELN no tienen intención de pagar por sus actos atroces. Pretenden ser exonerados de las penas que deberían pagar por delitos de lesa humanidad. Quieren además que el narcotráfico sea considerado un delito conexo con el delito político y que este, el delito político, sea redefinido por el gobierno ampliándolo a delitos como el secuestro, el reclutamiento forzado de menores, la tortura, la mutilación de niños, la utilización de minas antipersonas, el bombardeo de poblaciones, etc., todos condenados por el DIH. Y si esto fuera poco, pretenden que se negocie la agenda del País en la mesa en La Habana, existiendo para ello el recinto de la democracia, El Congreso, logrando prebendas inaceptables como las zonas de reserva campesina, tema tratado en otra columna que titulé “Documentos de La Habana y Zonas de Reserva Campesina”.
Recordemos que políticos, anteriormente uribistas, como Rafael Pardo y Gina Parody, se retiraron de la coalición uribista escandalizados porque las penas serían pocas para los miembros de los grupos al margen de la ley y porque consideraban que, en el proceso con las AUC, se estaban “colando” narcotraficantes. Esto es, el narcotráfico no podría ser tratado con semejante mano blanda en ese momento ¿hoy si?. A ellos se unió toda la prensa y toda la oposición política. Los opositores de la ley se rasgaban vestiduras, se revolcaban en la arena con gestos de dolor e indignación. No podían creer que miembros de las AUC y guerrilleros desertores, pagaran entre 5 y 8 años, no importaba que se terminara la barbarie que ellas generaban. Pero nadie les dijo “enemigos de la paz”.
Y vaya que efecto tuvo esto en la vida nacional, casi 50.000 bandidos menos delinquiendo en selvas, montes y llanuras. Una drástica disminución de todos los indicadores de violencia se vio en el panorama nacional. Los opositores ridiculizan las cifras porque dicen que los ricos pudieron volver a sus fincas, pero no fue eso lo que sucedió, la economía en muchas zonas deprimidas por la violencia y otrora abandonadas por el Estado, floreció. Quienes incumplieron con lo pactado en la desmovilización sufrieron el rigor de la extradición, allá están todos los cabecillas de las AUC, a quienes también llamaron capos por la financiación a través del narcotráfico, pagando una condena en USA.
Pero mucho falto. Es cierto. Tanto faltó en consolidación que el monstruo seguía vivo y con la sola elección del traidor a una causa que lo eligió, a un programa de gobierno ofrecido y a 9 millones de votantes, la violencia rebrotó y hoy la vemos en oleadas con atrocidades jamás vistas. Todos sabemos que la política es el gobierno de las ideas, si se ofrece ciertas políticas al electorado, se debe cumplir la promesa. Pero en Colombia “todo vale”… a propósito, el señor del “no todo vale” también se vendió.
No, no me hace mucha gracia que las penas fueran tan cortas, pero ese fue el precio que el gobierno negoció con las AUC para que se entregaran y pagaran cárcel. No me hace gracia que estén próximos a salir de las cárceles, como parece que sucederá pronto, pero esa fue la negociación y pagaron.
Pero la verdad, me hace menos gracia que los “capos” de las FARC, quienes se pavonean con su hipertrofiado ego ante las cámaras de la prensa internacional cada mañana en La Habana, pretendan no pagar un solo día de cárcel y como su fuera poco, quieran llegar a puestos de elección popular, para lo cual el gobierno del presidente Santos decidió, con su banda de corruptos congresistas y con el apoyo de la prensa no menos corrupta, cambiar la Constitución Nacional para que estos barbaros puedan salir impunes. Una perla, tampoco les pedirá que entreguen las fortunas amasadas con el narcotráfico, serán lavadas con alguna leguleyada inventada por Benedetti o Roy Barreras, o quien sabe si por el ministro, reencauchado del proceso 8.000, el distinguido Juan Fernando Cristo.
Lo más decepcionante fue ver como la prensa colombiana se vendió por un puñado de millones. Realmente parece que fueron varios puñados, y de que tamaño. Pero tranquilos, los pagamos entre todos los colombianos. Ya no se han visto para nada las exigencias de “verdad, justicia y reparación” que se escucharon cuando se hablaba de la Ley de Justicia y Paz. Hoy ni si siquiera hacen eco a la organización de una movilización ciudadana que se gesta, a la cual miles de ciudadanos asistirán el 13 de diciembre para protestar contra la impunidad, pidiendo paz pero que haya justicia y que no se cometa, en nombre de la paz, una atrocidad como bañar de impunidad crímenes que la comunidad internacional no acepta se queden sin castigo. Que decepción, que vergüenza siento con la prensa colombiana, porque de la mayoría de los políticos ya teníamos referencias.
Que vergüenza siento por haber votado por Santos en 2010, el mismo que en 2014, haciendo campaña sucia preguntaba a unos actores “señora ¿usted prestaría a sus hijos para la guerra?” pero no se conmueve con el secuestro de tres menores de edad en el Cauca recientemente, ni con los campos minados que se siembran alrededor de las escuelas del sur de país. ¡Que vergüenza, que cobardía!. ¡Y todo en nombre de la paz!. ¿Terminaremos avergonzándonos de la paz? ¡Quizás sí de la forma de conseguirla!