Más rápido cae un mentiroso que un cojo

Hace mucho rato que el presidente Santos nos ha demostrado que desprecia a los colombianos y que insulta su inteligencia. Lleva burlándose de todos desde antes de su primera elección. Todas sus promesas de campaña eran falsas y lo mismo pasó en la campaña para la reelección. Nos acostumbró a que dice una cosa y posteriormente hace todo lo contrario.

También hemos aprendido que el Presidente siente una atracción muy especial por los anuncios espectaculares, a todos les da categoría de “hechos históricos” aunque la mayoría sean solo su deseo o su imaginación. No se cuantas veces le he escuchado la frase “como nunca antes” o “por primera vez en la historia de nuestro país”.

Son muchos y ridículos los anuncios, solo para mencionar alguno, dice que hoy en Colombia ya no es pobre quien gana 200 mil pesos al mes. Y para seguir hablando de sus “hazañas” quiere mostrar una reducción “histórica” del desempleo y para ello suma empleos formales con los vendedores ambulantes y con los “empleos sin remuneración” (¿esclavos?) y así mostrar su “histórica” estadística.

Para su reelección no solo se valió de las mentiras, sino de sucias estrategias. Empleó instituciones que le montaron una guerra sucia y criminal a su competidor, que consistió en una tremenda patraña que logró desestabilizarlo y generar desconfianza en la opinión pública con lo cual logro estancar la candidatura de Oscar Iván Zuluaga quien iba en alza y le iba a ganar la presidencia.

También prometió que haría un referendo para que los colombianos pudieran expresar su aceptación o rechazo a los acuerdos de La Habana. En un artículo anterior, decía yo, que el no haría el referendo porque sabía que las encuestas le eran adversas y que la gente no apoyaba los acuerdos publicados hasta ahora, pero parece que lo anunciado la semana anterior, sobre justicia transicional, ni se atreve a publicarlo y con mayor razón no habrá la tan cacareada refrendación.

En los últimos meses ha soltado varias bombas. En la primera presentó un proyecto de reforma constitucional y otorgamiento, para el mismo, de facultades extraordinarias, con lo que logrará burlarse una vez más de los colombianos y así se evitará el referendo. Dejará en manos de corruptos congresistas la contratación su antojo, con lo cual pretende que el congreso se castre a si mismo (lo que sin duda hará) para que tampoco hayan discusiones en ese recinto democrático. Sencillamente pretende que lo acordado en La Habana sea refrendado por una camarilla de sus esbirros políticos – la ha llamado comisión legislativa especial- demostrando nuevamente que sus promesas de campaña eran falsas.

La segunda bomba fue lanzada la semana pasada en La Habana. El Papa Francisco estuvo en Cuba y Santos se aprovechó de unas palabras del Pontífice sobre sus deseos para que haya paz en Colombia. Inmediatamente se inventó un show y corrió hacia ese desafortunado país y se dispuso a firmar un acuerdo sobre la justicia transicional, que después trascendió no esta ni escrito ni acordado. Las mismas Farc han desmentido a los voceros del gobierno. Tal parece que lo anunciado ese día, contiene las ideas para garantizar la impunidad a las Farc y para ello se amenaza con encarcelar a militares y a políticos, que, según el grupo terrorista, son los verdaderos culpables de la guerra que ellos declararon al pueblo colombiano. Advierten, miembros del gobierno y de las Farc, ahora socios, que quienes no confiesen los delitos -los que ellos quieren que confiesen- si irán a la cárcel por 20 años. Ya sabemos como las Farc y sus amigos de hoy, a través de algunas ONG son especialistas en acusar a militares y a políticos empleando falsos testigos.

Todo este show, en el cual parecía estar en éxtasis, sirvió para decirle a Colombia que un Tribunal Especial también juzgaría a los colombianos de bien, a quienes las Farc y el Gobierno han igualado con los terroristas. Eufóricos los farianos de ANNCOL, varios de sus plenipotenciarios y hasta el Fiscal General de la Nación, aprovecharon para anunciar su persecución política y judicial contra Álvaro Uribe utilizando las nuevas herramientas, que están en construcción, que servirán para la destrucción de la democracia y someter al pueblo colombiano.

El show fue completo, parece que hizo moñona mediática, aprovechó las palabras del Papa, logró una declaración del presidente Barack Obama en apoyo al proceso de paz en Colombia y lo empató con su discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) en la que hizo anuncios “históricos” que, cree el, le asegurarán el premio Nobel de Paz. Lo más extravagante de su andanada publicitaria fue el anuncio de que enviará cinco mil soldados a las fuerzas de paz de la ONU y prometerle al mundo que en marzo de 2016 Colombia será un país en paz.

Bien decía esta semana el General Jaime Uscategui, condenado injustamente a prisión por la llamada masacre de Mapiripán –se demostró nada tuvo que ver con los hechos y que ni era el comandante de la zona, pero está condenado y preso- por la misma que condenaron a la Nación a pagar unos muertos que la mayoría están vivos: “Mejor me hubiera ido en la vida si, en vez de General de la República, dedicado a servirle a los colombianos, hubiera sido guerrillero o paramilitar, hoy estaría en libertad.”

Una vez más tengo que decir que, después de este proceso de paz, veremos, como en el caso del Palacio de Justicia, a los guerrilleros en el poder y a los militares en las cárceles. Lo más grave es que Santos les ha prometido a los militares que esto no pasará de nuevo, pero al Presidente, ya sabemos, no se le puede creer. Juro que quisiera estar equivocado.


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