Si no leen los acuerdos, no se podrán quejar
En este espacio, en varias entregas, trataré de mostrar las razones que me asisten para dar mi voto negativo a los acuerdos firmados entre el gobierno de Santos y las FARC.
Yo estoy seguro de que ni uno de cada mil de los colombianos, leerán ese documento. Denso y lleno de ideología comunista, será introducido como norma inmodificable en la Constitución Nacional. Si son tan buenos estos acuerdos ¿para que pretender que sean inmodificables? Lean y descubrirán por qué. El País viene transitando cuesta abajo, y llegará, más temprano que tarde, al socialismo del siglo XXI.
El documento está plagado de un lenguaje de género, que coincide con la historia de las cartillas que intentará imponer el gobierno. Es un bodrio gramatical que maltrata sin pudor nuestro maravilloso idioma. Es un esperpento, que se perdonaría si hubiera sido escrito por gente sin educación y sin cultura. Sin embargo, por esta razón, hay promotores del acuerdo que aconsejan no leerlo, porque según ellos, produce sueño. He ahí el engaño supremo.
Pero, lo que pareciera un tema meramente de forma y sin importancia, como el lenguaje, encierra entre líneas, de manera soterrada, la posibilidad de convertir al campo colombiano en cooperativas con autonomía presupuestal y de gobierno, lo que desembocará en una atomización del territorio colombiano en republiquetas independientes. Las han llamado Zonas de Reserva Campesina. (No confundir con las zonas de concentración transitorias para el desarme).
El documento deja abiertas las puertas, para que luego “aparezcan” acuciosos e “imaginativos” abogados y reclamen importantes extensiones de tierra para beneficio de campesinos organizados en comunidades o cooperativas, las cuales el gobierno queda obligado a entregarlas con un complemento, la medio bobadita de garantizar financiación, asistencia técnica, educación, electrificación rural, agua potable, vivienda y subsidios para todo lo imaginable.
Además de un imposible económico y social, la utopía atropellará a todos los propietarios de las zonas elegidas y a sus vecinos, según el mandato constitucional contenido en los acuerdos para la desconcentración de la tierra, gran parte del territorio se convertirá en el reflejo de reductos ya ensayados en fracasados modelos comunitarios con grupos de afrodescendientes e indígenas.
Para quienes no están enterados, les cuento que existen unos territorios comunitarios llamados Consejos Comunitarios de Afrodescendientes y otros llamados Resguardos Indígenas, que sumados ocupan más del 27% del territorio nacional. Ellos cuentan con personería jurídica, a los cuales, amparados en la Constitución de 1991, se les ha beneficiado con títulos colectivos sobre grandes extensiones de tierra, en sectores que ellos han llamado territorios ancestrales, afectando a los antiguos propietarios de esas tierras sin que nadie los haya indemnizado.
Consejos Comunitarios de Afrodescendientes y Resguardos Indígenas cuentan con inmensos presupuestos asignados por la Nación, con autonomía para administrar estos recursos sin que nadie pueda hacerles control, justicia autónoma y están fuera del alcance de las autoridades tradicionales. En dichos territorios, a pesar de los recursos regalados, reina la miseria entre sus habitantes, producto de la corrupción de muchos de sus líderes, que apaciguan a los habitantes de estos “guetos” con ideología comunista y cultural, “educándolos” en la idea de una cosmovisión propia en defensa de sus costumbres y de su cultura, recalcando la defensa de los territorios ancestrales “a los que tienen derecho”.
Ese ejemplo será replicado en las Zonas de Reserva Campesina, parece que con mayor sofisticación se habla de la cosmovisión y de “planes de desarrollo con enfoque territorial”, lo que significa que serán una especie pequeños territorios parecidos a los municipios, con la autonomía ya explicada o como republiquetas independientes, pero por supuesto financiadas por el Estado.
No nos dejemos engañar por quienes dicen que diez millones de hectáreas son muy poca tierra, constituyen suficiente extensión como para que los nuevos dueños de la tierra sean las FARC con las comunidades por ellos escogidas, incrementando los territorios exentos de gobernabilidad donde campearán la miseria, la injusticia y la esclavitud.
Se ha sabido de resguardos indígenas en los cuales metros antes hay una base del ejército y pasando la cerca un laboratorio de cocaína, sin que la fuerza pública pueda hacer nada. En esos resguardos no pueden entrar las autoridades pero todos los fenómenos de violencia incubados por el narcotráfico se instalan y se resguardan fuera del alcance de las autoridades.
Tanto que repitió el gobierno que no se afectaría la propiedad privada… y estaban mintiendo. Por este y otros puntos, votaré no a los acuerdos en el plebiscito.