Un mendigo de mala fe

Parece que al presidente Santos le fallaron los cálculos para la estructuración de su proyecto de paz con las Farc. El evidente fracaso lo obliga a una peligrosa fuga hacia delante, y en esa carrera arriesga nuestra vida democrática y la institucionalidad. Con tal de materializar su tan anhelado proyecto está dispuesto a vender hasta su alma al diablo. Cada día cambia de estrategia queriendo congraciarse con el grupo terrorista que se comporta como el conquistador de nuestra Nación.

Inicialmente dijo que los acuerdos que se lograran en La Habana, debían se refrendados a través de un referendo, “como es natural” –dijo-. Han pasado casi 36 meses desde que se instalaron formalmente los diálogos –los que ya llevaban más de 18 meses de tratos secretos- y Santos se ha dado cuenta de que ese referendo difícilmente tendrá el apoyo de los colombianos.

Claro que hay cálculos politiqueros y tramposos, que si han sabido implementar. Como vieron la situación tan grave para sus propósitos, cambiaron la constitución para que un referendo pudiera realizarse en la misma fecha que unas elecciones presidenciales o regionales y así garantizar que se alcanzará el umbral necesario para lograr los objetivos de ratificación. Sin embargo, nuevamente se dieron cuenta de que la popularidad del proceso y la del Presidente, han caído estruendosamente y que quizás, ni engañando al pueblo, logren una victoria electoral.

El siguiente giro, vino con la propuesta de algunos congresistas y del Fiscal, en la que argumentan que el Presidente no tiene que someter a referendo lo negociado, que él tiene las facultades suficientes para firmar un acuerdo de paz. Le aconsejan adicionalmente que lo mejor sería, pedir facultades “especiales”, para implementar las reformas constitucionales que se requieran para implementar los acuerdos.

Pero si bien, parece es cierto tiene las facultades para firmar un acuerdo, no las tiene para hacer reformas a la constitución y para ello, necesitaría de una reforma constitucional que, tramitada en el congreso, podría ser larga y compleja. Así que algunos de sus asesores le han dicho que, aunque es posible que el Congreso –en el cual cuenta con las mayorías- pase las reformas que solicite, “estimulado” con “mermelada”, no parece fácil que la Corte Constitucional valide las reformas tan sustituyan la constitución, como las que exigen las Farc.

Ante tantos obstáculos que le impiden a Santos darle gusto pleno a las Farc, ahora se ha inventado la conformación de un “congresito” –que nos imaginamos se acerca a la constituyente exigida por las Farc-. Este “congresito”, no se sabemos con que facultades, bien podría revocar al congreso tal como se hizo en 1991.

Ante las críticas a esta nueva aventura, Santos dice que mejor le cambia el nombre y que lo veamos como una “comisión legislativa”, integrada por congresistas y delegados de las Farc, elegidos claro, entre Santos y Timochenko, dejando por fuera de la decisión a todos los colombianos. Esta nueva y descabellada propuesta, sin duda, será la eutanasia a nuestra democracia y la implantación de un estado populista de izquierda como se lo han imaginado las Farc por 50 años. Empezará revocando al Congreso y destruyendo todas las instituciones de la democracia.

Las Farc siempre han querido llegar al poder. Cuando se han logrado conquistar sus objetivos, entonces fijan nuevas metas más altas. Son insaciables. Jacobo Arenas, en 1984 presentó, en nombre de las Farc al presidente Belisario Betancur, un listado de exigencias para avanzar en un proceso de paz, entre ellas, la elección popular de alcaldes y gobernadores. Pues bien, la mayoría de estas exigencias quedaron plasmadas en la Constitución de 1991 pero, no obstante estos logros, las Farc siguen en guerra contra el Estado.

Al presidente Pastrana le pusieron como condición para negociar –en el Caguán solo hubo diálogos, no negociación-, que primero acabara con los “paramilitares”. Posteriormente, no Pastrana pero si Uribe, se logró que se desmovilizaran y los cabecillas están en la cárcel. Una vez más, para las Farc no fue suficiente. Hoy consideran tienen que lograr más, ahora quieren en la cárcel al resto de los colombianos, que según las Farc, somos los culpables de todas las atrocidades que ellos han cometido.

Hoy, a Santos, el mendicante de la paz, las Farc le piden todo y él está dispuesto a todo. Definieron 5 puntos para el inicio de la negociación, pero ellos (las Farc) han venido ampliando las exigencias a temas que Santos dijo no se tocarían -ya sabemos que cuando el Presidente dice que no hará una cosa es porque esta pensando hacerla-. Se trata 28 puntos pendientes, por ahora, derivados de los 3 primeros acuerdos, que implicarían, de ser aceptados, la demolición de nuestro estado de derecho para refundar la patria y Santos, inocente o cómplice, ha entrado en ese juego en el que los mandos del grupo terrorista, son maestros.