Yo si compraré su libro, General

Mi admiración por el General Jorge Enrique Mora Rangel no ha desaparecido ni desaparecerá ante posibles equivocaciones que, según algunas personas, habría cometido cuando se involucró, por solicitud de Juan Manuel Santos, en aquel mal hadado proceso de negociación con las FARC, un proceso que estuvo signado por engaños y estratagemas que intentaban convencer a los colombianos de sus bondades.

No podemos olvidar que el General Mora ocupó, en forma sobresaliente, los mayores cargos en el Ejército Nacional. Con una hoja de vida impecable que lo respalda, fue famoso por su capacidad de estratega en operaciones contra guerrillera, se distinguió dirigiendo brigadas móviles, divisiones y como comandante del Ejército Nacional en el gobierno de Andrés Pastrana.

Precisamente el presidente Pastrana le encargó una inmensa tarea: la modernización del Ejército. Con recursos provenientes de la Nación y del Plan Colombia, con su liderazgo y su experiencia, desarrolló esta tarea con gran éxito. En ese periodo el Ejército creció en moral y motivación, mayor capacitación y educación en sus filas, fue equipado con los últimos avances tecnológicos, se dio un salto en la movilidad y el recurso humano pasó de 125.000 a 155.000 hombres.

Con esta nueva capacidad potenciada y una moral renovada, el presidente Pastrana le entregó al presidente Álvaro Uribe una tropa dotada y capacitada para emprender la gran ofensiva, en la defensa de los colombianos, contra unas guerrillas y grupos de autodefensa que estaban desbordados, mantenían prisioneros a los colombianos en sus casas, en todas las regiones y a punto de copar a Bogotá.

Fue nombrado por el presidente Uribe como comandante general de las Fuerzas Militares, cargo muy merecido y el más alto honor que pueda recibir un militar en desarrollo de su carrera. Un gran líder con fama de tropero, respaldado por una hoja de vida impecable, gozaba de la admiración de los colombianos y el respeto de todas las tropas, mostró los mejores resultados que se conocen en la lucha antisubversiva y fue pilar para los éxitos que consiguieran las Fuerzas Militares en los siguientes años, después de su retiro.

Conocí al General Mora. El Gobernador de Cundinamarca Andrés González, lo designó como Alto Consejero para la Seguridad del Departamento, cargo desde el cual se involucró directamente con la atención de la emergencia provocada por el fenómeno de la Niña (2010-2011). Yo trabajaba como asesor-coordinador de infraestructura en Colombia Humanitaria. Allí tuve el honor de tratarlo. Lo recuerdo como hombre organizado, gran líder, recio, de buenos modales, serio, transparente y muy amable, lo que reforzó mi admiración por él.

Tiempo después, nombrado el General Mora Rangel en el equipo negociador del gobierno que buscaba la paz con las FARC, para participar en esta comisión recibió el respaldo de Acore, del Cuerpo de Generales y Almirantes en Retiro, y de muchos colombianos. Todos pensamos que sería prenda de garantía, un vigía en un escenario en el que predominaban ideologías políticas extremas, ambiciones ventajistas, deseos de imponer un modelo opuesto al democrático y de libre mercado que hoy tenemos. Sin embargo, era imposible atajar a una mayoría dispuesta a legalizar lo que ya estaba negociado previamente.

Para nadie es un secreto que Sergio Jaramillo y Humberto de la Calle, profesan ideologías vecinas con la izquierda radical. Son personas supremamente inteligentes, convincentes, de dialéctica impecable que pueden enredar hasta el más avezado politólogo que se involucre con ellos.

Es claro que todos hemos querido una Colombia en paz, pero existen líneas rojas que no debieron ser vulneradas en este proceso. Y hoy, después de revisar los hechos, pasados 4 años de la firma de esos acuerdos, no nos queda otra que afirmar que la comisión negociadora fue una puesta en escena para distraer la atención de los colombianos, y en muchos momentos para enredar a quienes, legítimamente, al interior de la comisión entendían que no se podía aceptar todo lo que las FARC pedían.

Recuerdo que, durante las negociaciones los comisionados venían a Colombia con cierta periodicidad, lapsos de tiempo que aprovechaban para el descanso y supuestamente se hacían consultas con el Presidente. En esos períodos, tenían la tarea de reunirse con estamentos de la sociedad para hacer pedagogía, se realizaban charlas y se “informaba” sobre los avances de las conversaciones en La Habana. En una de aquellas estadías en Colombia, recuerdo haber asistido a un conversatorio del General Mora. Se veía honestamente convencido de que el proceso de paz era necesario y de que las intenciones del gobierno eran honestas.

Me sorprendió escucharle que, con este proceso de paz, se acabaría la estrategia de “combinación de todas las formas de lucha” en la cual son maestros los guerrilleros en Colombia. Yo guardé silencio (aunque podía haberlo interpelado) y preferí, tiempo después, hacer alguna reflexión al respecto en mi blog OPINIÓN LIBRE (www.jebotero.com), porque en ese momento y ahora, estoy convencido que este proceso de paz hace parte de la misma estrategia diabólica, liderada por la dupla Santos-Farc y que el General Mora creía, genuinamente que, se acabaría como gran logro de este proceso.

Lo digo, porque hemos visto claramente, por ejemplo, que el M19 aunque se desmovilizó, ha intentado subvertir el orden constitucional desde la “legalidad”, liderando una guerra jurídica, mediática, de masas y de organizaciones, guerra despiadada principalmente contra los militares que los combatieron. Esas acciones son precisamente los componentes de una guerra política en la que son expertos los políticos de la extrema izquierda que también se ha llamado “combinación de todas las formas de lucha”. La realidad es que, precisamente esta estrategia no se acabó con la desmovilización del EME, por el contrario, se ha intensificado con los años.

El tiempo nos ha dado la razón a quienes nos oponíamos, las Farc lograron dar un paso adelante en su carrera por el poder: agregar un escenario más a su guerra. Llegaron al Congreso sin haber pagado por sus crímenes ni haber contado la verdad ni haber pedido perdón a las víctimas. El espacio político que lograron es inaceptable para el país por la forma como lo hicieron, porque como se advirtió, permanecen la estrategia de guerra militar y narcotráfico como financiador.

Recordemos a Santos tratando de convencernos de las bondades del proceso, él le decía a Oscar Iván Zuluaga en un debate presidencial, cuando este último lo increpaba sobre la impunidad para las FARC: “no diga mentiras Dr. Oscar Iván, los responsables de crímenes de lesa humanidad jamás irán al congreso”. También le decía a Claudia Gurisatti -y a otros muchos periodistas- que no habría curules gratis, que las Farc podrían participar en política, pero las curules deberían ganárselas en las urnas, en franca lid, por los votos de los colombianos. Juraba –Santos- además, que los militares no serían rebajados al mismo nivel de los guerrilleros, que para ellos habría instancias diferentes. Con todas, pero en especial, con esta última mentira, tenía a los militares tranquilos en la comisión negociadora. Ellos creyeron en la buena fe. Lo que no sabían era que los estaban engañando, por eso defiendo la buena fe del General Mora.

Recordemos que hubo un momento en el que se dijo que el General Mora renunció a esa comisión del gobierno aunque su salida fue desmentida por el mismo. Pero es sabido que se había convertido en alguien incómodo para las Farc, razón por la cual hubo al final una especie de limitación de la continuidad del General en la comisión, hecho anunciado por el presidente Santos, dentro de su estrategia por silenciar y acallar las voces de los militares: “el general Mora no estará ya en forma permanente en las negociaciones en La Habana, sino que su presencia se alternará con su trabajo en la pedagogía con las tropas sobre los avances de las negociaciones con la insurgencia y la transición de las Fuerzas Armadas”.

Para quienes ya no le creíamos al Presidente, quedó claro que lo marginaron del proceso –sin sacarlo definitivamente, solo alejándolo- como una exigencia de las Farc en una reacción a los múltiples cuestionamientos del General -allá mandaban las Farc-, dado que las FARC pretendían -y lo lograron- vulnerar los derechos de los militares y ponerlos en igualdad de condiciones con el grupo criminal. Esta posición suponía violentar los deseos de la mayoría de los colombianos.

El deseo de paz les impidió ver, a muchos colombianos, que Santos era (y es) un gran mentiroso, capaz de engañar a todos, en busca de sus propósitos políticos y de mejorar su imagen. Para algunos de nosotros era claro que lo era: precisamente, cuando estuve en Colombia Humanitaria, unas eran las cifras que se le entregaban al presidente sobre el avance en la atención de la emergencia y otra bien distinta las que él entregaba a la prensa: completamente infladas.

Creo que ese deseo de todos por la paz, para lo cual muchos pusieron por encima -de valores fundantes de una democracia, como son la justicia y la libertad- el anhelo que despertaban las falsas promesas de Santos de una Colombia sin muertes violentas, de una Colombia en paz, algo que nunca pasó. Creo que el General Mora no fue una excepción, el creyó y se mantuvo ahí, inclusive ACORE por muchos días se negaba a creer que en las promesas del Presidente había un engaño.

Pues mientras Santos, con su obra teatral llamada comisión negociadora nos tenía a todos distraídos y polarizados, unos en contra -enemigos de la paz- y otros a favor -amigos de la paz-, ante las dificultades para poner de acuerdo a los negociadores sobre la creación de la JEP (Justicia Especial para la Paz) y porque muchos no podían aceptar las exigencias de las FARC en esta materia, Santos, a sus espaldas, envío a Roy Barreras, Iván Cepeda y a María Angela Holguín, para que paralelamente y en secreto, “negociaran” o más bien, aceptaran todas sus condiciones exigidas por el grupo guerrillero, en un acto de traición a la Patria, que esperamos la historia juzgará duramente.

Así fue como la JEP, la columna vertebral de estos acuerdos, fue concretada a espaldas de los negociadores. Inclusive lo cuenta Humberto de la Calle en su libro “Revelaciones al final de una guerra”. Las negociaciones en La Habana estuvieron envueltas en una trama novelesca de lo más sórdido que uno pudiera imaginarse, llena de intrigas y traiciones, en búsqueda de un fin, que muchos adivinamos no era la paz sino traer a la vida civil a unos criminales garantizándoles impunidad y para ello tenían que introducir el texto de los acuerdos en la constitución nacional. Se extraña uno que todos los enconados “defensores” de la constitución (incluida la Corte Constitucional) aceptaran sin protestar la mas grotesca de sus modificaciones. ¿Dinero? ¿Política?

Alguien nos tendrá que contar algún día que hizo Santos con casi 40 mil millones de dólares que consiguió duplicando la deuda externa colombiana y los casi 30 mil millones de dólares que le sacara a Ecopetrol, sin que con semejante cantidad de recursos se reflejara en la economía colombiana. Con esa cantidad de recursos, bien invertidos, habría un impacto muy positivo en nuestra economía, en la reducción de la pobreza y en la generación de empleo. Pero al contrario nos entregaron un país con crecimiento muy mediocre y el desempleo en ascenso.

No podemos pues, culpar a un General en uso de buen retiro de las maniobras del Presidente. Seguramente nos contará el Gr. Mora en su libro, muchas cosas que nos ayudarán a entender esta novela de oscuras pasiones políticas que se han movido alrededor de la paz de Santos, tantas que hasta Mockus, quien fuera opositor de Santos en la campaña del 2010, un icono de la moral y de la decencia, que cantaba en campaña con sus seguidores “yo vine porque, a mi no me pagaron”, se convirtiera en un ídolo de barro al venderse, años después, por unas monedas: Recibió de Santos varios contratos por miles de millones de pesos supuestamente para hacer pedagogía por la paz, pedagogía que coincide con la avalancha desbordada de publicidad, por todos los medios y atreves de personajes icónicos, para lograr el resultado final en un plebiscito que les salió mal.

Yo si creo en su buena fe General, yo si compraré su libro.

Twitter: @jebotero